Estaba dormida esperando que algún príncipe la despertara de
aquel largo sueño al que había sido condenada solo por el hecho de ser una
mujer. Dormía y soñaba con ser su propia heroína, con luchar por sus ideales y
hacer sus sueños realidad.
Cada día imaginaba que se despertaba de aquel sueño y no
volvía a depender de un príncipe que pasara por allí para poder salir de
aquella cárcel para, seguramente, acabar en otra que este le impondría. Soñaba
con dejar de ser una frágil princesa y convertirse en una luchadora, en
combatir y luchar por su reino.
Un día, una chica fue a visitarla y entre sueños la princesa
fue capaz de oír su voz que le contaba que lejos de su castillo había empezado
una revolución. Le contó que todas las princesas lo suficientemente valientes
comenzaron a despertarse de aquel sueño y comenzaron a formar escuadrones de
batallas para conquistar territorios. Le explico que solo hay que creer
fuertemente en los sueños para que se cumplan.
La princesa despertó, y junto a esa chica, fue a luchar por
su libertad. Perdieron miles de batallas, conquistaron muchos territorios
importantes y además, dejaron un gran legado a todas sus hijas, las cuales
continuarían su trabajo.